lunes, 7 de diciembre de 2009

Oración de las aldeas l´Ariège

Padre santo. Dios justo de los buenos espíritus, tú, que jamás te equivocaste, ni mentiste, ni erraste, ni dudaste, por miedo a que sufriéramos la muerte en un mundo extraño a Dios, puesto que "no somos del mundo y el mundo no es nuestro", danos a conocer lo que tú conoces y danos a amar lo que tú amas.

Fariseos seductores, estáis en la puerta del reino e impedís entrar a los que quisieran entrar, mientras que vosotros no queréis. Es por ello que ruego al Padre santo de los buenos espíritus, que tiene el poder de salvar a las almas y que, por el mérito de los buenos espíritus, las hace germinar y florecer; y lo hará mientras haya personas buenas en el mundo, hasta que no haya ninguno más de "mis pequeños", los que son de los siete reinos, y descendieron del Paraíso en otro tiempo, cuando Lucifer los sacó con el pretexto de que Dios los engañaba no permitiéndoles sino el bien; y como el diablo era muy falso, les permitía el bien y el mal, y les dijo que les daría mujeres a quienes ellos querrían mucho, que les daría el poder de unos sobre otros y que los haría reyes, condes o emperadores, y que con un pájaro podrían tomar otro, y con un animal otro animal. Todos los que se sometieron a él descenderían abajo y tendrían el poder de hacer el mal y el bien como Dios en lo alto; les convenía mucho más estar abajo, donde podrían hacer el bien y el mal, que en lo alto, donde Dios no les permitiría sino el bien. Y entonces subieron a un cielo de cristal y tanto como se elevaron, tanto cayeron y perecieron, y Dios descendió del cielo con doce apóstoles y se alumbró en Santa María

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